EL AGUSTINO
lo que yo llamo cielo y es tierra
y todas las noches ocupa un espacio distinto al de los cielos
y se extiende sobre un paño de noche elegante
y vive como las fogatas de los castillos conquistados
allá arriba
y deja escapar anillos de luz simples bocanadas de gente
innumerables miles no podría contar cuántas veces
me perdí en el cielo yo que creí que pisaba tierra
empecé a enumerar sus escalones desvanecidos
con tanta facilidad por la gente que al pisarlos
los duplica los triplica y pienso que es la velocidad
-alucinaciones de estómago vacío- de trabajo
mecánico y a tiempo completo sin vacaciones
con vacaciones -sin goce de haber-
o sólo el caos en un mundo que no es
cielo ni tierra entre tierra y cielo cielo y tierra
hay un lugar común de seres indiferenciables que bien
observo
con este cucurucho que quiere -intenta- ser mi único
microscopio o mirador oficial sin asomarme a la ventana
del micro aunque la gente grite me ordene
cordura razón para no mirar nuevamente
verme
indefenso en un mundo que no podría domeñar solo
Ese día casi toqué el cielo
porque su olor a tierra sudada o lo que sea se impregnó
en mi chompa en mis cabellos quedó un poco del polvo abigarrado
de su alimento mi lengua también saboreó
la acidez segura de sus suburbios celestes y no dejé
de parpadear cuando quise contar cada lucecita suya
en la inmensidad -ya me estaban tragando-
Si no fuera por estos golpes
torpes ininterrumpidos de chofer por esa voz ronca de vaso vacío
(solo) que desde arriba me recordó que simplemente estaba abajo
a Víctor Humareda
mojado
con la mano en los bolsillos
silbando una tonada a la hora incierta
-un pájaro se deja caer en la brisa de la mañana-
también yo cierro los ojos anegados de humo
paladeo la arena derretida y pura
comienzo con las palabras del día
voy
tras el polvo encaminado al rincón
ahí un retazo de papel se desvive en un retrato
como en sus mejores días intenta la palabra diáfana
los símbolos mudos el color alegre de la
música íntima le hierve en la sangre sacude
sus hombros bajos
humildemente
majestuosamente se traslucen sus tardes
en el licor voluble del día
luego vendrá la verdadera tarde
sobre la pantalla roja figuras vivas
sobre tu cielo achorado y dime
qué cuadro nos dará la razón qué tipo
distancia precio desde este suelo frío
Acobardado por las luces que migran de los cerros
alucinado en su lejanía
sin tragos que agrupen miradas pesos ni
curiosidades reposa tu cuerpo absorbido por la luz
que arruga el papel
aquí mismo sin subir escaleras interiores
mercados me embargo de sueños
En la ciudad postrada suelo abordar el pasaje que
no lleva a ningún lado tocando la luna de los
espejos rotos de las bisagras enmarañadas de las
copas como ojos vacíos
Sólo para alcanzarlos me apresuro
a Ludy
recuerdo sus jeans baratos y ajustados sus blusas simples
rosadas-blancas y estrechas recuerdo su revista rosa
su bolsita cusqueña cruzada como una metralleta de lana
recuerdo sus camisetas de hawái sus polos de mickey mouse
recuerdo las ganas con que miraba a los chicos guapos blanquitos
de la vanguardia al cabello largo y ondulado de José
a los católicos impecables en la mente
a los delgaditos de bondad como una bandera
al john lennon de la mitad de sus narices
cómo los amaba y también cómo los odiaba
ella que deliberadamente se inició en el aprendizaje
anarquista de la disección -a veces dispuesta
a demoler sus sombras- cómo se miraba
y cómo me miraba
y cómo expectorando la mitad de su cuerpo
un paraíso negado a la desnudez
aparcó en los insondables desiertos de Lima
la recuerdo un día que el tráfico rural de un camión
la dejó sola en el mundo isleño de los vegetales
el sarro azul y bautismal del afilador de cuerdas
salpicando en el vello púbico de sus palmas
en la ciudad hipnótica
y la soñé hipnótica habitando una ciudad de cuerdas
no te acerques a ella
no le digas-no le cuentes-no la toques
la música era la misma
desmenuza todo menos su odio
todo menos eso que nos separa
incinera su amor que le quede algo que rebanar
que diga que piensa en sí y que tema
cuando se suelte el cabello y una nota acerada desde el fondo
maxilar de su cuello crezca como un bozal en su piel
y se vea acholada achorada aniñada
estúpida escuchando a ese metiche
a ese designado por la dirección general del partido
a esa multitud que nos separa
hay días que no tolero más ruido que el de las construcciones
y el café no endulza no hay nada que endulce este café
y quisiera ser la virgen que adorna el vello crepuscular
de un acolchonado cuadro
llamarme rosa rosita
tener el cabello largo y los pies pequeñitos y rosados
como los de una conocida muñeca
y llevarle a los muchachos de la construcción
tapers limpios de comida
papas sancochadas con pollo
mi buena sazón que venderé
y revenderé
con sendos cerros de arroz
lechuga agria y ají
de algo me servirá ser acomedida o liviana
sudar
atados de ropa limpia y una toalla
por si la transpiración
y luego pensar en los acabados del edificio
como terminaré yo
muros sellados y cielos falsos en placa de yeso
donde terminaré yo
soldaduras anclajes fijaciones de plástico
dónde anclaré
me desfondaré
y terminaré yo
y nada de prevención y mantenimiento
de martillos taladros patologías y formas
que hincan sus cabezas de movedizas serpientes
y me invitan a rodar
sentirme en la erosión de esta tierra de doble piso
sin fondo
y empapelan el ruido de un enceguecido tránsito
de aves guaneras como el dolor
de alguna primera vez
recuerdo sus jeans baratos y ajustados
sus blusas simples rosadas blancas y estrechas
recuerdo su revista rosa su bolsita cusqueña
cruzada como una metralleta de lana
recuerdo sus camisetas de hawái sus polos de mickey mouse
recuerdo las ganas con que miraba a los chicos guapos blanquitos
de la vanguardia al cabello largo y ondulado de josé
a los católicos impecables en la mente
a los delgaditos de bondad como una bandera
al john lennon de la mitad de sus narices
cómo los amaba y también cómo los odiaba
ella que deliberadamente se inició en el aprendizaje
anarquista de la disección a veces dispuesta
a demoler sus sombras cómo se miraba
y cómo me miraba
y cómo expectorando la mitad de su cuerpo
un paraíso negado a la desnudez
aparcó en los insondables desiertos de lima
la recuerdo un día en que el tráfico rural de un camión
la dejó sola en el mundo isleño de los vegetales
el sarro azul y bautismal del afinador de cuerdas
en el vello púbico de sus palmas
en la ciudad hipnótica
y la soñé hipnótica habitando una ciudad de cuerdas
no te acerques a ella
no le digas no le cuentes no la toques
la música era la misma
desmenuza todo menos su odio
todo menos eso que nos separa
incinera su amor que le quede algo que rebanar
que diga que piensa en sí y que tema
cuando se suelte el cabello
y una nota acerada desde el fondo
maxilar de su cuello crezca como un bozal en su piel
y se vea acholada achorada aniñada
estúpida escuchando a ese metiche
a ese designado por la dirección general del partido
a esa multitud que nos separa
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