Thursday, July 07, 2011

PEDRO PERALES

A LA LUZ DE LOS ENCUENTROS



CIUDAD

Acaso son terribles estos extraños abismos
estas furiosas formas de entender el miedo
ese ser arrastrado en esos sinuosos
destierros de años y letras
de esas dulces marginaciones
que se buscan para labrar estos derrumbes
interiores la intención del vacío
finalmente la nada.
Soterrar paso tras paso
la arena virgen
el pico cruel y animal
esa consecución de sueño y desesperación
el alma dulce e irredenta
el bloqueo marginal de la palabra
mi palabra
envuelta en rudimentaria piedra
ese ato de esperanzas
que acaso vez en migajas
en mi piel traslúcida
que surca el mar el firmamento
en esa proyección fallida de mi
deseo
Acaso mil dos mil tres mil veces
estos extraños abismos
se fragmentan en columnas obtusas
en prevaricadores contornos
de impaciencia
de múltiples imágenes de desvarío
y miro y camino en torno
a estas rudas palancas
de año o de años.
El mar de Barranco
escondió mis insultos
piedra sobre piedra
la debacle del universo
e incineró o repensó bebiendo
una copa de semiseco.
Y yo parto
con un poema en expansión
a mi propio destierro
Dame de comer
Ciudad
Esta ciudad que como tantas ciudades
rumian m historia
mi Lima temperamental
mi calle proyecta e incivil
mi río sin fondo para abrevar la calamidad





LAS OLAS

Arremeten las olas
los golpes de estaciones itinerantes
sacaban el pensamiento
noches aún por descubrirse
rumores aún por atenuarse
frondosas prados por construirse
extraño idioma por traducirse.
Arremete el tiempo
el pendón de la barcaza de mármol
humedecido por gota de alabastro
e historia pálida
de sentido
presurosa lanza
que se incrusta en el abismo
de tus ojos.
Esa decimonónica forma
de decir te quiero
en el pleamar incisivo del mediodía
aparatosa deshielo de tiempo
y la palabra que no se decide a perecer.




COMO SI NADA EXISTIERA

Como si nada existiera
como si todo fuera creado o increado
como si a lucha de contrarios tuviera
grandes razones de ser o no ser
por esas conmiseraciones, por esas
raudas formas de hacer o rehacer estas
impensadas formas de poesía.



EL SOL YA NO CRECE

Una noche más escrita en tus ojos.
La noble caída del rostro
Sobre las sandalias de esta agua
Y ahora tus ojos más azules
Como si todo se agotase en las postrimerías
De las horas.
Ya, calla, calla y déjame llevarte tras estos escombros
En largas listas de tiestos.
El ahora no importa,
No importa, por que eres más
Que estos límites,
Que esa calle que desaparece rauda en el bullicio.
Pero te asfixias y urdes la desesperación
Y pareces ser una como el viento
Y el sol ya no crece
Por sobre la playa,
Y más allá de las miradas
La mar se extingue por el sol
En el confín de la primavera,
Ahora donde existe esta lluvia clamorosa,
Y eres más y una.





AQUÍ ME ENCUENTRAS

Si me encuentras aquí, obsedido, extasiado de silencio
En plena vanagloria del casto otoño
Es que estoy procurando ceder paso a la memoria
Instaurar como nunca supe los venideros años
De intromisión y sosiego que inculcan como nunca  se pudo
Una palabra alentadora, una palabra destructiva;
Un año de alegoría una tenue extenuación
Que transige con el invierno con el presentido
Golpe de viento en tu rostro, en tus años de dureza
Y mejor retorno.
Si me encuentras así, como un pálido reflejo
De tiempo, como una espera, como un golpe de oficio,
De marginación o de gran arrobamiento, mirando
Caer la lluvia, desflorando ese dulce arbusto
De miseria, ese canto que tu sabes deletrear y
En el cual tu pálido rostro lo adivina todo,
Lo encuentra todo, me encontrarás así: azorado
Como un espejo de agua, como un borbotón de luz que
Supera el tiempo que lo vence como una cúspide
De deseo, de abrupto pensamiento, como una marejada
De predicamento que te busca, que te ata como una
Oración de siglos
Y que finalmente besa tu boca.





AZUL CRUCIAL
Viniste, hiciste bien, te anhelaba a mi lado,
A ti, que enfriaste mi corazón ardiente de deseo.

Safo de Mitilene

Entraste una vez más
Como infinitamente entras;
Para no verme y no hablarme.
Por el mismo naciente espacio,
Con tu ceño adusto y bello
Luchando contra los emblemas naturales,
Tan endeble y tan hecha para la lucha,
Tan reconocida y labrada para
Hacer fronteras y silencios.
Entras así tan plagada de bosques y esperanzas,
A decirme lo que no escucho
A decirme lo que no presiento.
Así entras tu a mi vida destruyéndolo todo.
Todas las murallas, todas las columnas
De silencio y barullo.
Entras así, con una sonrisa como un tajo,
Blandiendo la misma sombra que ahora observas,
Que ahora bates,
Que ahora luchas por cubrir de tinta
Y memorioso acerbo
Como si nada reflejase yo frente a la orilla,
Como si nada proyectara tras este pensamiento
Humedecido.
Como si nunca hubiese existido.
Así entras tú, inundándolo todo de un zarpazo,
Huraña y lírica a la vez,
Como una heroína pisoteando las rosas
Los pálidos gemidos de amor
Cosechados en continentes abiertos.
Esbelta como un arco de luz,
Plácida como una hoja desmayada,
Serena como una lágrima de nieve.
Toda azul y clara a veces,
Para impacientarme  para iluminarme,
Para destruirme y venerarme.
Fina y gruesa,
Recordándome que vivo para verte,
No en mi vida, no en mi espacio,
Recordándome que entras para batir mis emblemas
Así entras diosa de marfil plantado
Así, amorosamente impertinente
Una vaina de metal en esta roca de deseos,
Como escribiendo una leyenda,
crucial y edénica talvez,


retirándote de la orilla
con dirección al mar,
como jugando al destino.






TROMBA DE CENIZA

Otra vez tú perdida, tú tan lejos

Gerardo Diego 

Pensé que llegarías con el peso de la tarde a la una
Y treinta.
Pensé treinta minutos después que vendrías atada de
Floresta y sorprendida por las aves
A encontrarme bajo este puente de columnas y
De niebla tormentosa.
Pensé cuarenta minutos después
Que una marejada de extenuación  y de memoria
Te había extraviado.
Pensé que un sueño apabullante te había
elevado a los altares del corazón
y que todo había sido un sueño.
Pensé en recorrer acalorado los caminos
Presentidos a tu lado para rescatar
Tu imagen y salvarme.
Pensé indefinible en la restauración de la sombra
Y quise entre estas mismas sombras abrazarte.
Pensé en una llameante guirnalda de flores
Y de hiedras que venían enredando
Tu cintura y tus brazos.
Pensé arrodillarme en dirección a donde solías llegar
Y orar aturdido hasta el amanecer
De un nuevo día.
Pensé en lapidarme de recuerdos. Extraviarme,
Aturdirme, evadirme, concluir con una serenata
De cantos de nostalgia.
Pensé en convertirme en un atado de fuego.
Acabar arrastrando por aguas infinitas.
Pensé árbol bendito ser nube, agua, carbón y hierba.
Quise como fuerza torrencial inundar todos los parques
Todos los patios de arena.
Pensé en ser devorado por milenarias aves de rapiña.
Trotar como caballo bronco en pos de una inusitada
Pradera.

Pensé en desaparecer en medio de las aguas
Y reaparecer como una tromba de ceniza.

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